UN SUEÑO CUMPLIDO


Este relato versa acerca de un niño de siete años llamado Francisco, él es una persona sorda de nacimiento, por lo tanto, él se creía diferente a los demás.


Le costaba hablar, y no podía comunicarse con los demás porque casi nadie sabía lengua de signos, que era su lengua materna. Por ello, tenía problemas para hacer amigos. Se sentía como un bicho raro.

Se encerraba en sí mismo; en ocasiones no hablaba con nadie ni siquiera con sus padres porque los consideraba culpables de su sordera . Francisco no entendía que ser sordo era algo natural y no se daba cuenta de que sus padres no tenían la culpa. Ellos también hubiesen querido que Francisco fuese oyente pero ... “Así es la vida” decían sus padres resignados.



En su silencio, Francisco empezó a pensar no existían más personas sordas, excepto él, empezó a tener miedo... Intentaba decírselo a sus padres, pero le aterrorizaba conocer la respuesta. El día de su octavo cumpleaños, su padre le llevó al zoo donde se divirtieron viendo los animales ¡todos eran diferentes!. Después, su padre le llevó a un restaurante ubicado en el mismo zoo y justo en ese momento vio a un grupo de niños sordos hablando con las manos. Se sorprendió y se fue corriendo a su mesa para preguntarle si eran sordos. Éstos se sorprendieron por la pregunta y asistieron boquiabiertos.

Francisco exclamó:

-¡Pensaba que no había más personas sordas en el mundo!, ¡pensaba que estaba solo!..

-¿Que no había más...? ¡Si somos muchos...!, - gritó señalando al grupo - ¿Quieres venir con nosotros a jugar?

-Sííiiiii...

Un rato después, su padre le llamó y juntos se fueron a casa, tranquilamente.

Por la noche, a Francisco le gustaba mirar el cielo ya que le encantaban las estrellas. Una noche vio una estrella fugaz y pidió un deseo: ser un niño normal, ser oyente.

Al despertar, estaba ilusionado pensando que su deseo podía cumplirse pero no, ¡no escuchaba nada!, para él solo existía silencio, ... ni un sonido. Se decepcionó al ver que no se había cumplido el deseo.



Caminó solo como todos los días, hasta que vio a su profesora con una mujer que estaba hablando con las manos, Francisco se emocionó al ver que, de nuevo, había alguien que era sordo como él, pero no, esta chica no era sorda sino una intérprete llamada Silvia, que había ido a la escuela para interpretar de lo que decían los profesores. ¡Por primera vez iba a entender todo lo que se explicaba en clase! ya que nunca había tenido el apoyo de alguien que hablara su lengua.



Al cabo de varios días, Francisco y Silvia ya tenían cierta confianza, y por ello él se atrevió a hacerle una pregunta personal:

-¿Cómo puedes hablar con las manos si tú escuchas?.

Silvia le respondió:

-Lo sé, pero para mí la lengua de signos es un idioma extraño pero fascinante, para nosotros – los oyentes - es algo nuevo. No todo es escuchar sino también aprender cosas nuevas, y la lengua de signos es extraordinaria.

Francisco empezó a ponerse triste y le dijo :

-¿Aprender? ¡ser sordo no es lo mejor sino lo peor!, porque no escucho nada, no escucho música ni los sonidos de la calle , ni siquiera mi voz.

-No deberías ponerte así, aunque sé que para ti es complicado.

-¡¿Complicado?! Por culpa de ser sordo ¡NO TENGO AMIGOS! Ellos no me aceptan porque soy sordo, no soy un niño normal, soy un bicho raro. ¡Es como si fuese invisible para ellos!, nunca me querrán.

-Esto no es cierto, eres un niño como todos salvo que eres más especial que los demás, no porque seas sordo sino porque aunque no escuches puedes hablar. Tienes que confiar en ti mismo. El problema es que no te abres lo suficiente y por ello los demás no te conocen bien, tienes que ser optimista. Si algunos no te aceptan ¡peor para ellos!, pero siempre habrá alguien que quiera ser tu amigo. Francisco, hacer amigos no es tan fácil como crees, necesita tiempo. ¡Demuestra lo que vales! - aconsejó Silvia.

Francisco se fue a su casa pensando en lo que le había aconsejado Silvia, “¿Tengo que ser valiente? No puedo, ¡imposible!, ellos nunca me aceptarán ”.

Pasaron unos años, Francisco empezó a sentirse muy solo ya que, aparte de Silvia, no tenía nadie en quien confiar. Necesitaba amigos.



Un día, cogió la bicicleta y se fue a dar una vuelta hasta que entró en el campo de béisbol. Allí Francisco empezó a preguntarse “¿Qué es esto? ¿Es un deporte?”. Vio a muchos niños divirtiéndose golpeando la pelota, quiso probarlo pero no podía porque le daba mucha vergüenza.

En ese momento se le acercó un entrenador llamado Antonio que le preguntó:

-¿Quieres jugar?.

Francisco miró al entrenador con los ojos muy abiertos pero sin entender absolutamente nada.



En ese momento, el entrenador se percató de que el niño llevaba un aparato, un implante coclear, y le repitió la pregunta mirándole a los ojos y vocalizando mucho:

-¿Eres sordo?.

-E..h..S..íiiii.

-Te preguntaba si querías jugar con ellos – dijo señalando al equipo.

Francisco estaba avergonzado y no se atrevía a mirarlo, murmuró con la vista hacia el suelo:

-S….íiiii, pero no puedo, ¡no escucho nada!.

-Eso no importa, no pasa nada.

-Pero, entrenador, ¡soy sordo!.

-¿Y qué? Yo tengo una hija que también es sorda y participa en natación.

-¿De verdad?.

-Claro que sí.

-¿Tu hija tiene amigos?.

-¿Por qué me pregunta eso? ¡Claro que tiene amigos como todo el mundo, yo también tengo amigos!.

-¿Ella habla?.

- Por supuesto, y también utiliza las manos como tú.

-¿Tiene mi edad?.

-No, Laura tiene 17 años.

-¿Laura? ¿Es su nombre?.

-Si, ella está estudiando 2º de Bachillerato.

-¡¡Guauuu!! ¿Es buena estudiante?.

-Sí pero ... dejemos de hablar de mi hija. Ahora te toca a ti. ¿Quieres jugar y conocer a tus nuevos compañeros?.

-¡¡¡¡Síiii!!!! ... ¡Gracias entrenador!.

-No me lo agradezcas, para mí es un placer enseñar a los niños mi pasión por el béisbol. ¿Sabes qué es el béisbol?.

-No.

-Es un deporte muy divertido. Te gustará. Seguro.

Pasaron muchos años hasta que Francisco cumplió 17 años, estaba estudiando 1º de bachillerato de Ciencias sociales y, además, junto a su equipo consiguió ganar el tercer puesto del campeonato de béisbol de España gracias al esfuerzo de todos.

Ahora Francisco es feliz puesto que ya tiene su pandilla de amigos y, además, su relación con sus padres cambió al darse cuenta de que ellos no tenían la culpa de su sordera, ellos le aceptaban y le querían tal como es: Francisco ya se siente integrado e igual a los demás.

Una noche se asomó al balcón de su casa y vio, de nuevo, una estrella fugaz. Fue entonces cuando se percató de que su deseo sí se había sido cumplido. La solución estaba en ser valiente, como lo había sido hasta ahora. Su vida había cambiado radicalmente. Ahora sí se sentía un niño normal, como todos.